Escribir para otros

«¿Creerán los académicos que el teatro es un libro?», se pregunta Paco Redondo en su trabajo Una física de los elementos teatrales, cuyo libro extraigo fragmentos para reflexionar sobre el hecho de «escribir para otros».

Al escribir teatro, o vale también para una obra audiovisual, el autor cumple varios roles. Además de escribirlo, es el primero que lo interpreta, que lo monta —mentalmente— y que lo disfruta como espectador. Al jugar con estos roles, le sirve para saber qué rumbo está tomando su creación. Dramaturgos y guionistas saben que su texto no es un fin en sí mismo. Es decir, la obra no estará terminada hasta que sea estrenada, en teatro o en pantalla. También se dice más: la obra la completa el público.

Escribir para otros
Foto de JOSHUA COLEMAN – Unsplash

Sin embargo, al margen de ponerse en el lugar de los otros, es habitual que haya autores con miedo a ser traicionados. Por ejemplo: que los actores agreguen una oración al diálogo, que el director monte una estética innovadora ignorando todas las acotaciones, o que el público haga interpretaciones alejadas a las esperadas. Pero esas «traiciones» estuvieron en los planes desde siempre, en mayor o menor grado.

Paco Redondo, en el libro citado, describe cinco momentos de una misma obra. Lo llama: cinco textos. Veamos:

  • El texto literario
  • El texto del director
  • El texto del actor
  • El texto técnico
  • El texto del público
«Mandinga», interpretado por Mauricio González y dirigido por Yamil Ostrovsky
Foto: Silvina Faure, gentileza de la organización de «Teatro D10»

El trabajo de Redondo se centra exclusivamente en el teatro, pero considero válida la extrapolación hacia lo audiovisual. De todos modos, recordemos que una de las mayores diferencias entre un texto teatral y un guión es que el primero se puede interpretar cuantas veces se quiera, por diferentes producciones en cualquier parte del mundo y a lo largo de los años. Mientras que para hacer una remake en el cine, por ejemplo, se vuelve a hacer un guión desde cero. Hecha la aclaración, continuemos.

El texto literario
«El texto literario dramático lleva en sí los parlamentos de los personajes (teatro escrito en diálogo) e implícito en éstos, como explícito en las acotaciones (didascalias), algún esbozo de espacio y acciones, pero nunca todas las posibilidades de su interpretación en la actuación». Ya lo ha dicho Robert McKee: «los actores no son marionetas». Paco agrega: «Ingenuo el autor contemporáneo de teatro que no reconozca la distancia entre el papel y el espacio, entre la idea y los cuerpos, y pretenda su palabra puesta».

El texto del director
«Construcción de un texto, disparador de imágenes en otros creadores, ideas sobre las que trabajarán actores, escenógrafos, músicos, coreógrafos, en la construcción del texto teatral». Aquí, la síntesis perfecta de lo que es escribir para otros.

El texto del actor
«Momentos, sensaciones, giros en la inflexión o cambios de actitud, nuevos deseos detonados por una exigencia de la escena en el contexto de la búsqueda estética. Texto que el actor escribe como mapa de su travesía, sabiendo que no es el territorio de la escena, que ese texto personal es su guía». Oportuna reflexión de Paco en cuanto al trabajo creativo del actor.

El texto técnico
«El único texto que se lee en simultáneo a la representación de la obra. Guión de luces, o de sonido, de entrada y salida de trastos. Texto que fija lugares para los pies, las marcas para la operación técnica a partir de acciones de los actores o de sus parlamentos (…) Sensibilidad técnica para que el efecto esté en clima con la escena». El arte de lo técnico.

Foto de Paul Green – Unsplash

El texto del público
«Durante la función, en la puesta en cuerpo, toda acción o palabra provoca una búsqueda de sentido en el observador, sea consciente o no el emisor del significado de lo que hace. El público va construyendo un sentido, en íntima relación con su circunstancial condición y al orden secuencial en que recibe la información». Redondo destaca, son suma importancia, lo siguiente: «No hay coincidencia entre el texto teatral y el texto del público. Así como la emoción del actor al vivir la escena tampoco corresponde a la del público al verla».

Ser consciente de estos cinco textos, que contiene una misma obra, me ha liberado como autor, tanto a la hora de escribir como de la puesta en escena, de esa sensación de sentirse traicionado. Lo considero inevitable y parte del juego.

Recomiendo, con total confianza, la lectura completa del libro de Paco Redondo. Yo apenas he hecho un breve resumen de sus reflexiones acerca del texto teatral y un esfuerzo mínimo por relacionarlo con lo audiovisual.

Para seguir tomando nota sobre las posibilidades que ofrece un texto dramático, recomiendo la entrevista realizada por ABC Guionistas a Eliseo Altunga, refiriéndose más al libreto cinematográfico: «Me gusta definir el guion cómo el gusano de la crisálida».