Dejar de ser

Para dar paso a la creatividad, hay que permitirnos el lujo de «dejar de ser». Suspendernos en el tiempo y en el espacio, pausar nuestra vida. Por eso, la recomendación de silenciar el móvil, desconectarse de las redes sociales, sumergirnos solamente en el acto creativo.

Cuando era niño, mi mamá me llamaba a los gritos desde el patio del fondo de casa, que lindaba con la de mi amigo. Con él pasábamos tardes enteras inventando ciudades, circuitos de carrera, y otros juegos. No teníamos ni idea de las horas que pasaban. Poníamos en suspenso todo lo demás. Si no fuera por nuestras madres, todavía seguiríamos jugando.

dejar de ser
Foto: Ithalu Domínguez – https://freephotos.cc/es/cloud#907485

Es curioso que en inglés la palabra play, además de «jugar», también se la usa para ejecutar un instrumento o también referido al teatro y al guión: I play guitar, playtheater, screenplay…

«Ahora nos encontramos en el reino donde todos pueden jugar. Este centro, este origen, el punto indefinible de la transformación a través del cual fluye la vida, a partir de allí vivenciamos el genio, ser el origen. Y cuando ese centro indefinible, inubicable, desinteresado y vacío se abre, florece y nos habla y habla a través nuestro a pesar de las muchas interferencias que nos arroja el mundo – eso es magia»; así se expresa Stephen Nachmanovitch en su libro Free play, improvisación en vida y arte (1990).

En el acto creativo, intento dejar de ser hasta que alguien me da la señal que es hora de comer. Hoy en día, ya no es mi madre, es mi estómago desatendido.

La fogata creativa

En las noches de verano, un ritual que nos gustaba hacer con mis amigos en la playa era encender una fogata y ponernos a cantar y tocar la guitarra alrededor. Para encender el fuego y perdure por un par de horas, les contaré cómo aprendí a hacerlo, y al igual que una fogata creativa.

Nada fácil si no sabes por dónde empezar.

La fogata creativa se comienza al igual que un fuego: con material pequeño y seco.
Foto de Tegan Mierle – Unsplash

Es obvio contar con troncos gruesos y ramas grandes. Suele ser lo más fácil de encontrar, porque se ve a primera vista (el material tiene que estar seco y en el suelo, nada de cortar árboles). Pero por donde debes empezar para dar inicio a las primeras llamas, y que estas perduren, es con una buena cantidad de ramitas secas muy pequeñas. Se trata de juntar por el suelo, un buen manojo de ramas secas. Si no tienes cerca un bosque o un arbolado donde buscar el material necesario, lo tienes jodido.

¿Qué tiene que ver iniciar un fogón con la creatividad? Lo respondo con otra pregunta: ¿has oído hablar de los «años cajón» y libreta de notas? Los «años cajón» es cuando se archiva un proyecto y no se lo toca, ni se lo mira, hasta dentro de un tiempo considerable (no siempre es posible si se trabaja con fechas de entrega). Es increíble que cuando vuelves a leer el proyecto, le encuentras cosas nuevas, fallas, partes que potenciar, otras que eliminar, etc. Un distanciamiento temporal, cuando terminas un primer borrador, es vital. Eso le da madurez, eso lo convierte en tronco seco (ideal para la fogata creativa).

Y las notas que has hecho en cuadernos, libretas, en el ordenador, etc, son las ramitas secas para iniciar el fuego de nuestra creación. Y, precisamente, tienen que estar «secas». Esa característica también lo dan los «años cajón».

Hay que escribir todas las notas, párrafos, escenas, diálogos, apuntes de lo que sea; aunque en un primer momento no haya un propósito o una coherencia entre todo lo que escribes. Son brotes verdes, que con el tiempo volverás a ella, cuando sean «ramas secas», para juntarlas en tu fogata creativa. Recuerda que con pequeños pasos se suele empezar grandes cosas.

Escribir para otros

«¿Creerán los académicos que el teatro es un libro?», se pregunta Paco Redondo en su trabajo Una física de los elementos teatrales, cuyo libro extraigo fragmentos para reflexionar sobre el hecho de «escribir para otros».

Al escribir teatro, o vale también para una obra audiovisual, el autor cumple varios roles. Además de escribirlo, es el primero que lo interpreta, que lo monta —mentalmente— y que lo disfruta como espectador. Al jugar con estos roles, le sirve para saber qué rumbo está tomando su creación. Dramaturgos y guionistas saben que su texto no es un fin en sí mismo. Es decir, la obra no estará terminada hasta que sea estrenada, en teatro o en pantalla. También se dice más: la obra la completa el público.

Escribir para otros
Foto de JOSHUA COLEMAN – Unsplash

Sin embargo, al margen de ponerse en el lugar de los otros, es habitual que haya autores con miedo a ser traicionados. Por ejemplo: que los actores agreguen una oración al diálogo, que el director monte una estética innovadora ignorando todas las acotaciones, o que el público haga interpretaciones alejadas a las esperadas. Pero esas «traiciones» estuvieron en los planes desde siempre, en mayor o menor grado.

Paco Redondo, en el libro citado, describe cinco momentos de una misma obra. Lo llama: cinco textos. Veamos:

  • El texto literario
  • El texto del director
  • El texto del actor
  • El texto técnico
  • El texto del público
«Mandinga», interpretado por Mauricio González y dirigido por Yamil Ostrovsky
Foto: Silvina Faure, gentileza de la organización de «Teatro D10»

El trabajo de Redondo se centra exclusivamente en el teatro, pero considero válida la extrapolación hacia lo audiovisual. De todos modos, recordemos que una de las mayores diferencias entre un texto teatral y un guión es que el primero se puede interpretar cuantas veces se quiera, por diferentes producciones en cualquier parte del mundo y a lo largo de los años. Mientras que para hacer una remake en el cine, por ejemplo, se vuelve a hacer un guión desde cero. Hecha la aclaración, continuemos.

El texto literario
«El texto literario dramático lleva en sí los parlamentos de los personajes (teatro escrito en diálogo) e implícito en éstos, como explícito en las acotaciones (didascalias), algún esbozo de espacio y acciones, pero nunca todas las posibilidades de su interpretación en la actuación». Ya lo ha dicho Robert McKee: «los actores no son marionetas». Paco agrega: «Ingenuo el autor contemporáneo de teatro que no reconozca la distancia entre el papel y el espacio, entre la idea y los cuerpos, y pretenda su palabra puesta».

El texto del director
«Construcción de un texto, disparador de imágenes en otros creadores, ideas sobre las que trabajarán actores, escenógrafos, músicos, coreógrafos, en la construcción del texto teatral». Aquí, la síntesis perfecta de lo que es escribir para otros.

El texto del actor
«Momentos, sensaciones, giros en la inflexión o cambios de actitud, nuevos deseos detonados por una exigencia de la escena en el contexto de la búsqueda estética. Texto que el actor escribe como mapa de su travesía, sabiendo que no es el territorio de la escena, que ese texto personal es su guía». Oportuna reflexión de Paco en cuanto al trabajo creativo del actor.

El texto técnico
«El único texto que se lee en simultáneo a la representación de la obra. Guión de luces, o de sonido, de entrada y salida de trastos. Texto que fija lugares para los pies, las marcas para la operación técnica a partir de acciones de los actores o de sus parlamentos (…) Sensibilidad técnica para que el efecto esté en clima con la escena». El arte de lo técnico.

Foto de Paul Green – Unsplash

El texto del público
«Durante la función, en la puesta en cuerpo, toda acción o palabra provoca una búsqueda de sentido en el observador, sea consciente o no el emisor del significado de lo que hace. El público va construyendo un sentido, en íntima relación con su circunstancial condición y al orden secuencial en que recibe la información». Redondo destaca, son suma importancia, lo siguiente: «No hay coincidencia entre el texto teatral y el texto del público. Así como la emoción del actor al vivir la escena tampoco corresponde a la del público al verla».

Ser consciente de estos cinco textos, que contiene una misma obra, me ha liberado como autor, tanto a la hora de escribir como de la puesta en escena, de esa sensación de sentirse traicionado. Lo considero inevitable y parte del juego.

Recomiendo, con total confianza, la lectura completa del libro de Paco Redondo. Yo apenas he hecho un breve resumen de sus reflexiones acerca del texto teatral y un esfuerzo mínimo por relacionarlo con lo audiovisual.

Para seguir tomando nota sobre las posibilidades que ofrece un texto dramático, recomiendo la entrevista realizada por ABC Guionistas a Eliseo Altunga, refiriéndose más al libreto cinematográfico: «Me gusta definir el guion cómo el gusano de la crisálida».

Voluntad y conciencia, dos energías

¿Cuántas veces empezamos entusiasmados un proyecto y al poco tiempo ese entusiasmo se desvanece, haciéndonos dejar el proyecto a la deriva o incluso abandonarlo por completo? Para evitar ese destino, hay dos energías que juntas son poderosos: voluntad y conciencia.

Voluntad y conciencia, dos energías necesarias para caminar
Foto de Oscar Keys – Unsplash

Una vez tomé de la biblioteca personal de una amiga el libro “El afiche y el diseño”, de Alfredo Yantorno, con el propósito de aprender un poco de ese tema. Aprendí otra cosa:

“Uno puede hacer las cosas siempre con dos tipos de energía muy distintas. Una es la de la voluntad y la otra la de la conciencia. La primera se consume fácil y se agota rápido. La segunda dura más, pero es más difícil de consumir. Deberíamos desarrollarnos de modo de lograr de que, si la voluntad nos auxilia para iniciar un asunto, la conciencia nos permita mantener la acción consecuente«.

Lo que marca la diferencia entre querer ser un profesional y un «tengo ganas de» es el valor agregado de la conciencia. Si fuese por la voluntad, todos seríamos Diego Maradona en el Mundial 86.

Es verdad, muchas veces estamos exaltados por hacer realidad esa idea que tenemos en la cabeza y otras veces ese ánimo se convierte en agobio. Somos humanos, todos tenemos nuestros días de más o de menos. Pero si la voluntad es la llave que enciende el motor, la conciencia es el combustible que nos hará llegar a destino —que en ocasiones no es el que habíamos imaginado o tardamos en llegar más de lo que pensábamos—.

Por momentos iremos disfrutando del viaje y en otros no dejaremos de preguntar “¿falta mucho, falta mucho?”. O pediremos parar en una gasolinera para estirar las piernas y tomarnos un café bien cargado. Lo importante para alcanzar la meta: el equilibrio constante entre esas dos energías.

Mauricio Kartun: «Las buenas ideas no existen»

El dramaturgo y maestro de dramaturgia, Mauricio Kartun, fue invitado a dar una charla maestra en el ciclo «Clásicos modernos» y aquí comparto algunas enseñanzas.

Las buenas ideas no existen, dice Mauricio Kartun
Foto de Simon Matzinger – Unsplash

Es habitual escuchar el concepto de idea en el mundo creativo. «Tengo una idea para una película»; «no se me ocurre ninguna idea para hacer una serie»; «cuál es la idea de tu obra de teatro». etc.

En escritura de guiones, nos referimos al concepto de idea a la búsqueda de crear algo nuevo o encontrar un argumento de una sola línea que nos seduzca como autor, maraville al productor y cautive al público. Entonces, pensamos con la hoja en blanco alguna ocurrencia antes de escribir.

Cuando la obra es un hecho consumado, ya escrita e incluso estrenada, la idea está ahí de manera intrínseca. Pero en el momento de ponernos a crear algo nuevo, Kartun sostiene que suele haber un malentendido: «Cuando uno ve ficción, al terminar uno se queda con una idea. A la hora de producir una ficción, si sigo pensando en ideas, intentaría pensar en buenas ideas. Y las buenas ideas no existen, salvo que se las compre o se las tome a otro. Cosa que es habitual en la industria». Y agrega: «Es absolutamente imposible acceder a nada original recorriendo el camino que ya recorrió otro.»

Entonces, desde su punto de vista, nos damos con un canto en los dientes cada vez que pensamos alguna idea previa a cualquier escritura, en lugar de imaginar.

Así lo detalla: «El proceso de pensar un argumento y el proceso de imaginarlo, son dos cosas muy diferentes. Imaginar es poner en imágenes. La imagen es una percepción multívoca, no se agota en un sentido. Propone diversos caminos y lecturas. Entonces, a la hora de escribir, si yo parto de una idea, en el mismo momento en que la adopto, he abortado las infinitas posibilidades de imaginación».

Foto de lee Scott – Unsplash

Uno de los primeros ejercicios que obtuve en mi formación como guionista, es el siguiente: observar una fotografía de algún paisaje y simular que estamos mirando a través de una ventana. A partir de esa pauta, continúan una serie de pasos en los que descubrimos, por nosotros mismos, todo un mundo. Personajes, deseos, conflictos, etc, que no teníamos ni idea que estaban ahí —valga la redundancia— florecen por sí solos. Imaginación pura.

No sabía explicar el funcionamiento de ese ejercicio hasta que escuché al autor de Terrenal decir: «¿Cuál es la única posibilidad de imaginar algo nuevo? Es que vos no sepas en profundidad qué es lo que estás escribiendo. El proceso creador se cumple dentro del objeto creado». Tan simple como descubrir mientras se escribe.

Invito a escuchar la conferencia de Mauricio Kartun en el ciclo «Clásicos modernos: apuntes de dramaturgia creativa» organizada por la revista Haciendo Cine y Directores Argentinos Cinematográficos, publicada en el canal de YouTube «DirectoresAV», en la que, con el tono coloquial y cercano que lo caracteriza, desarrolla su proceso creativo.